La teoría clásica siempre ha diferenciado al emprendedor por tener entre sus cualidades para desarrollar un trabajo, grandes dosis de innovación, flexibilidad, dinamismo, capacidad de asumir riesgos, creatividad y orientación al crecimiento.
Estos aspectos los tendríamos en cuenta si nos dirigiésemos a aquellos creadores de nuevas empresas que posteriormente se inician en franquicia. En este caso, nos dirigimos a aquellos empresarios emprendedores que optan por un modelo ya asentado e invierten en una franquicia asumiendo para su trabajo el papel del franquiciado. A pesar de comenzar su nuevo negocio con el respaldo de una empresa asentada y con unos márgenes establecidos de actuación, será fundamental la implicación activa de este para que el funcionamiento de la actividad sea óptimo.
Es fácil percibir como se repite con insistencia la necesidad de poseer un personal comprometido con la empresa para alcanzar metas y objetivos. Pero de la misma manera, en este caso en concreto de estructura empresarial se necesitará de una implicación total y absoluta por parte del franquiciado en relación a estas actitudes de trabajo.
El compromiso es aquella forma por la que se afrontan los retos presentados a la hora de iniciar un nuevo negocio y por tanto un nuevo trabajo. Este compromiso supone una obligación contraída por la que el franquiciado deberá en primer lugar sentirse identificado con el modelo de negocio de la empresa para así, una vez adquiridos los conocimientos necesarios para el desarrollo de la actividad y ser capaz de transmitir esa esencia tanto al resto de empleados como al cliente final.
Comprometerse es obligarse. Y si no existe ese compromiso empresarial por parte del emprendedor, se transmitirá la presión y ausencia de calidad en el trabajo al conjunto de la enseña, repercutiendo en el conjunto de la empresa.
Muchos estudios sobre los factores que condicionan la intención y la conducta emprendedora presentan teorías basadas en orientaciones comportamentales para explicar la racionalidad de la decisión de emprender. Esto otorga poca importancia en la conducta emprendedora, sin embargo existen dos elementos fundamentales para entender a las personas que se centran en el emprendimiento: la motivación y la emoción.
El franquiciado deberá contar con una gran disposición al riesgo, una gran capacidad de control interno, mente abierta a las propuestas de los responsables de la enseá, extraversión en lo que a facilitar la interacción con clientes, proveedores y trabajadores. También será esencial contar con gran estabilidad emocional a la hora de tomar decisióones. Por último, la confianza en uno mismo y en los demás, avalará la identificación con el trabajo. Siempre, pase lo que pase, la amabilidad, la empatía, la asertividad y la responsabilidad ayudarán al triunfo de una empresa.