Apenas era yo un quinceañero cuando el cine español fue galardonado con su primer Oscar de Hollywood. Han pasado ya casi cuarenta años, pero quien no recuerda aquel ¡Volver a Empezar! que tan efusivamente gritó Luise Rainer en aquella ceremonia del 83 en el mítico Dorothy Chandler Pavilion. Aún me parece ver a José Luis Garci ataviado con aquel ochentero esmoquin de chaqueta blanca saliendo a recoger la preciada estatuilla a la mejor película de habla no inglesa.
Permíteme esta anécdota solo para quedarme con dos cosas y pasar a hablarte de lo que franquicia española está ya haciendo e intensificará en los próximos meses. Por un lado, el propio título de aquella joya de nuestra filmografía sublimemente protagonizada por los desaparecidos Ferrandis y Paso, Volver a Empezar, y por otro la indisimulable cara de incredulidad, de sorpresa, aquel gesto de ‘esto sí que no me lo esperaba’ con el que Garci subió al escenario y se dio a conocer al mundo.
Nuestras franquicias, ante esta crisis sanitaria y económica provocada por el coronavirus, tendrán prácticamente que volver a empezar, que reinventarse (una vez más) para poder sobrevivir a una situación que se presentó sin avisar y cuyos efectos, en buena medida, llegaron para quedarse. En un contexto tan diferente e inesperado como es el que actualmente vivimos, las cosas deben plantearse de otra manera, con otro sentido, con el mismo objetivo al que llegar por otro camino, con una forma distinta de hacer las cosas porque, como se venían haciendo, ya no son válidas, o al menos, no ya del todo.
La situación es extraordinaria, nunca vista e imprevista, pero de efectos en cierto modo similares a los ya vividos, salvando las diferencias, en aquella brutal crisis económica de 2008 que se prolongó hasta 2013. Las franquicias supieron reaccionar a aquello como sabrán hacerlo ahora. Tendrán, que volver a hacerlo e implementar tantos o más cambios como aquellos que en aquella ocasión ya aplicaron.
Ya se esfuerzan por adaptar sus modelos de negocio, adecuarse a las nuevas exigencias de seguridad e higiene y conseguir acometer su actividad haciendo frente al exigente distanciamiento social. Tendrán que optimizar sus ofertas comerciales y hacerlo pensando en lo que el cliente requiere en momentos de clara contracción de la demanda. Adaptar sus propuestas asociativas y mejorar sensiblemente sus aportaciones de valor a la cadena, tanto en la apertura de nuevos puntos de venta, como en el día a día de su gestión. Revisar sus planteamientos de expansión y de cobertura de nuevos mercados. Etc., etc.
¿Pero es esto acaso un inconveniente para un empresario que, como franquiciador, está más que habituado a operar en un permanente entorno de cambio? ¿Es que va a ser un problema para empresas expresamente configuradas como organizaciones preparadas para adecuarse a movimientos más o menos convulsos de los mercados en los que actúan? Tras tantas y tantas muestras de flexibilidad como las que pusieron de manifiesto nuestras enseñas ¿se puede poner en duda la capacidad de los franquiciadores, y sus estructuras asociadas, para mutar sus propuestas de negocio y franquicia a las exigencias de un entorno de actuación tan versátil? ¿Es que nos veremos sorprendidos como nuestro reconocido director de cine por el más que seguro acierto que las franquicias mostrarán en sus respuestas a una situación que no deja de ser una más por muy compleja y difícil que esta sea?
No son empresarios sin más. Son empresarios franquiciadores y eso los condiciona absolutamente todo. Donde muchos ven adversidad, ellos ven ocasión y oportunidad. Y es que no tardando (ya mismo lo estamos viendo en unas desorbitadas cifras de desempleo que no paran de crecer), será muy superior el número de potenciales franquiciados y muy elevado su grado de cualificación. Todo un caldo de cultivo para ampliar canales de venta y aumentar la capacidad comercial de nuestras cadenas. Ellas ya lo ven y se preparan para dar ese paso.
Vivimos una marejada que ha afectado a todos sin excepción. Aunque a algunos empresarios se han visto más afectados que otros, lo cierto es que hubo para todos. Olas de 10 metros de altura, para sectores. Para otros más afortunados lo bueno es que ‘solo’ fueron de 7. Pero para nadie hubo, hay y ya no habrá mar en calma. Esto no pasó nunca, … pero eso fue hasta ahora. El caso es que ha ocurrido, que las cosas han cambiado y que no volverán a ser las mismas. Asumamos esto y afrontémoslo cuanto antes, para también antes poder reaccionar, adaptarnos al cambio y volvamos a empezar.
Mariano Alonso. Socio Director General de mundoFranquicia.