Mariano Alonso, Socio Director General de mundoFranquicia
‘Más rápido, más alto, más fuerte’.
Esta frase fue pronunciada por el barón Pierre de Coubertin en la inauguración de los primeros Juegos de la Edad Moderna, en Atenas en 1896, pero resulta perfecta cuando hemos de referirnos a las cualidades de un franquiciador. Y es que no es franquiciador quien quiere, si no quien puede. Y no me refiero con esto a que el negocio que desarrolle dé muestras sobradas de experimentación, innovación y rentabilidad, que también, si no a la destreza que el propio empresario debe atesorar y que se convierte en el pilar fundamental sobre el que debe mantenerse el sistema organizativo que se dispone a crear.
Siempre he dicho que un empresario franquiciador debe ser el más completo y que no es fácil serlo, y mucho menos acaparar las muchas habilidades que se requieren en él. No basta con haber creado un modelo de éxito, algo básico y esencial siquiera para poder pensar en la posibilidad de franquiciarlo. El empresario franquiciador tendrá que dar buena muestra de sus dotes para desarrollar, organizar y saber gestionar las muy peculiares características de una agrupación de empresarios independientes, con todo lo que ello supone.
La idiosincrasia de la franquicia como asociación de empresas exigirá a su máximo exponente una clara versatilidad y diversidad de facetas y habilidades de gestión que hagan posible el sostenimiento del sistema organizativo que constituye toda franquicia. No bastará con ser el avezado empresario que debe ser ya de por sí. Debe ser algo así como un atleta de decatlón, que no destacará en una única disciplina, sino que competirá en muchas de ellas, cuatro carreras, tres lanzamientos y tres saltos. El mejor de los atletas.
Un empresario franquiciador ha de ser ante todo un verdadero líder de la cadena, un perfecto comunicador y un interlocutor permanente con sus empresarios asociados. Que escuche a sus franquiciados, los haga participar y sepa aprovechar sus enriquecedoras aportaciones en beneficio general de la enseña y de todos a quienes ésta abandera. Alguien que sepa adelantarse a cualquier problema para evitar que llegue siquiera a plantearse, pero también que plantee soluciones factibles y eficaces ante las muchas contingencias que toda relación empresarial conlleva y que a la franquicia no le serán ni mucho menos ajenas.
Paciente, conciliador, excelente negociador y ecuánime en la adopción de cualquier decisión que afecte a los negocios de su cadena. Bien informado y siempre adaptado a las tendencias del mercado para así garantizar a su red un modelo de vanguardia. Muy organizado, acostumbrado a gestionar equipos, dispuesto a la mejora continua de su estructura de asistencia y control. Persistente en la innovación y la adaptación tecnológica de la franquicia…
Al igual que nuestro atleta que tendrá que competir corriendo en varias distancias y modalidades, saltar altura, longitud y pértiga, lanzar disco, peso y jabalina, y todo ello para intentar conseguir la mejor marca posible en cada disciplina, el franquiciador ha de saber (1) gestionar, (2) organizar, (3) escuchar, (4) compartir, (5) dialogar, (6) pactar, (7) instruir, (8) controlar, (9) motivar y (10) asistir a todos y cada uno de sus franquiciados. Únicamente así, uno y otro, podrán ser lo suficientemente competitivos y contar con posibilidades reales de alcanzar su objetivo: el triunfo personal uno, y el beneficio común de la red el otro.
En definitiva, un empresario total para asistir a la totalidad de quienes confiaron en su éxito y decidieron compartirlo.