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El Socio Becario

“¿Sabes?, no entiendo esto de las franquicias. No comprendo cómo te puedes llegar a asociar con alguien que no sabe absolutamente nada de tu negocio. Es un riesgo que le puede costar caro al empresario. De verdad que se la juega.”

Esto es lo que me decía mi amiga Marisa el otro día en una animada charla con un buen café delante. Con su habitual contundencia, y sin ella saberlo, estaba dando de lleno en el clavo.

Porque esa es precisamente la base de todo. Es eso, y no otra cosa, lo que necesitará el empresario que decidió franquiciar su negocio. No busca el conocimiento previo del franquiciado. No es necesario. Diría que incluso puede llegar a ser contraproducente. La franquicia se asienta sobre bases formativas y asistenciales específicas del modelo del que es objeto. Nuestro empresario sabe bien que la asociación en franquicia conlleva muchas ventajas, pero que necesariamente se asienta sobre el escollo, nada fácil de solventar, de la capacitación del franquiciado, de la transmisión eficaz y continua de conocimientos técnicos y experiencias y del soporte permanente que habrá de prestarle si quiere que la franquicia realmente funcione y la reiteración del proceso le permita crecer de forma rápida y sólida dando cobertura a nuevos mercados.

Lo que lleva al empresario a dar el paso de la franquicia es la motivación de un franquiciado que siempre pretenderá hacer bien las cosas para obtener un mayor beneficio. Cierto es que también le llevará a ello su deseo de diversificar riesgos o la necesidad de hacer frente a la lógica limitación de recursos financieros, pero lo que mueve aquí al franquiciador es el aprovechamiento de las habilidades que el franquiciado pone, de inicio, a entera disposición de la enseña.

Marisa, le dije, claro que el empresario se la juega. En esto como en cualquier otro asunto ante el que deba adoptar decisiones en su día a día. El franquiciado es como un becario en sus primeros días en la oficina. Tienes que enseñárselo todo para sacar lo mejor de él. No sabe nada, es un becario, pero aún así, lo contratas. Y lo haces no porque el coste laboral sea menor, sino a sabiendas de que te costará mucho más tiempo, esfuerzo y dinero hacer de él lo que realmente necesitas en la empresa.

Como buen becario, el franquiciado, desde el primer momento, incluso antes de firmar su contrato, es todo esfuerzo e ilusión; quiere saberlo todo, para llegar a hacerlo todo bien. Aprenderá desde lo más básico para ir poco a poco adentrándose en nuevas áreas de conocimiento y responsabilidad. Se empleará con ahínco en todo lo que se le solicite, se mostrará abierto y dispuesto a esa enseñanza que sabe precisa para permitirle hacerse un hueco en la organización y progresar en ella. Dispuesto al control, al cuestionamiento de sus acciones y a la detección y solución de los errores que sin duda cometerá, para no volver a incurrir en ellos en el futuro.

Como al becario al que se le exigen unos conocimientos técnicos previos adquiridos durante una larga etapa de estudios, el franquiciador habrá de saber detectar en el candidato a franquiciado las habilidades y cualidades que sabe imprescindibles para garantizar el éxito de la explotación de uno de sus negocios. Lo que el franquiciado debe saber para conseguirlo es algo que el franquiciador debe disponerse a facilitarle con programas de formación inicial y continua y con una asistencia a pie de negocio que habrá de durar lo mismo que el acuerdo que deciden otorgan al inicio.

Al igual que ese becario que, al hacerte llegar su curriculum vitae, te está diciendo quiero trabajar en tu empresa porque creo que puedo hacerlo bien, el candidato a franquiciado presenta su solicitud a la franquicia porque le gusta tu negocio, ha estudiado la operación y quiere invertir buena parte de su patrimonio y sus ilusiones en él. Es él el que quizás más se la juegue. Posiblemente más que el franquiciador que seguramente cuente con un patrimonio mayor y más diversificado. Y aún así, asume el riesgo, quiere invertir en nuestra marca, integrarse en nuestra estructura, hacer las cosas como le digamos y dedicarse exclusivamente a ello.

¿De verdad que no queremos un socio así? ¿Cómo no vamos a asociarnos con quien muestra semejante admiración y deseo de involucración en lo que hemos hecho y conseguido como empresarios? No solo estamos ante un becario, sino ante un verdadero socio empresarial, alguien que nos aportará valor y enriquecerá nuestro negocio y organización. Que accede a la cadena con una inusitada ilusión que no podemos defraudar y al que tendremos que ayudar para que precisamente pueda ayudarnos. Eso sí, hay que saber buscarlo, formarle y ayudarle. Simplemente eso. Nada más. Pero nada menos.

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